El majestuoso Cine Ocampo

por Carlos Lavin
Un lugar para que los morelenses se reunieran.

El cine Ocampo, ubicado en pleno Centro Histórico de Cuernavaca, frente al kiosco del Jardín Juárez, fue el primer cine de la ciudad construido ex profeso. Antes estuvo el teatro Porfirio Díaz, después llamado José María Morelos, que se adaptó para funcionar como sala cinematográfica, y hoy cumple ambas funciones.

Imponente desde su construcción (entre 1942 y 1946), el cine Ocampo lleva el nombre de su constructor, don Leobardo S. Ocampo. Se proyectó con los lujos de un teatro de la época clásica, con reminiscencias de la arquitectura grecorromana.

Contaba con tres pisos: sala principal en la planta baja, un primer piso de luneta y un segundo en anfiteatro.

Ha sufrido remodelaciones, algunas para mejorar, pero que en su mayoría han destruido partes de su hermosa arquitectura. En el acceso, sobre una fuente de media luna, todavía se aprecia una bella figura femenina del famoso escultor Ponzanelli, y dos más del mismo autor en las escaleras monumentales del interior. Las paredes del vestíbulo son de mármol. En el entrepiso se aprecia un mural con bisontes y otras figuras, en remembranza de las pinturas rupestres de Altamira, en España.

La magnificencia y el lujo impregnaban todo el cine. El telón que subía para iniciar la función era de pesada tela, de color dorado brillante, con lienzos y holanes de gruesos encajes. Tras subir éste, le seguían dos cortinas laterales transparentes que abrían hacia los lados.

Al frente, en los costados de la pantalla se apreciaban dos monumentales esculturas femeninas de estilo griego; una, soportando un pebetero y la otra un libro. Arriba, en el centro del techo de la sala, sobresalía una moldura de estilo jónico.

Los asistentes a las funciones vestían con elegancia, siguiendo la costumbre de entonces para acudir al teatro. El Ocampo era lugar de encuentro de la sociedad. Los domingos por la mañana, los adolescentes locales disfrutaban la matiné en este cine, con permanencia voluntaria de hasta tres películas por función. Dos enormes dulcerías, una en planta baja y otra en el mezanine, destacaban por sus lujosas vitrinas y vitrales al fondo.

El Cine Ocampo, hoy convertido en teatro, marcó una época en la Ciudad de la Eterna Primavera, y en él se exhibieron grandes obras clásicas de la cinematografía mundial. Ahí se estrenaron el Cinemascope y el Technicolor. Hoy sólo quedan recuerdos y anécdotas de lo que entonces eran pasmosas novedades.

Hasta la próxima.

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