Los grandes hoteles que se fueron por la autopista

por Carlos Lavin

Hasta hace cien años, en Cuernavaca había grandes mesones con tejados, largos corredores y caballerizas, que hospedaban a los comerciantes y dueños de recuas de mulas que traían productos para el Mercado Colón, donde ahora está la Plaza de Armas. El principal era el Mesón de Robles, situado en el lado norte de la calle Hidalgo, esquina con Galeana; ahí se hospedó el presidente Juan Álvarez cuando Cuernavaca fue capital de la República.

En la calle Galeana, casi esquina con Abasolo, estaba el Mesón de las Delicias, ahora rehabilitado como hotel. En esa misma calle se encontraban el Mesón del Sur y el Mesón Galeana. Al norte, en la calle Matamoros, estuvo el Mesón de San Francisco; frente al Chapitel del Calvario, el Mesón de García, y más al norte el Mesón de la Providencia, que después fue el Hospital León XIII. En la calle Tepetates se hallaba el Mesón de Tecoac, que funcionó hasta 1942 —en el inmueble que antes albergó la fábrica de aguardiente de la familia Aranda.

Frente al lado norte del Jardín Juárez —el del quiosco— funcionaba el colonial Hotel la Bella Vista, que abrió meses antes de la Revolución, en una antigua casona con arcadas que aún existe. Su propietaria, la británica Rosa King, escribió ahí el libro Tempestad sobre México, sobre la Cuernavaca revolucionada.

Se fueron los antiguos mesones… y llegaron modernos hoteles. El céntrico Hotel Morelos, donde ahora está el Palacio de Gobierno, del lado norte; el Hotel Madrid, frente al Jardín Juárez, donde ahora se alza el señorial Teatro Ocampo. En la calle Matamoros, esquina con Degollado, se conserva el edificio del histórico Hotel Moctezuma, que construyó don Ramón Oliveros Barón; en la Revolución fue cuartel de Emiliano Zapata, y entre 1925 y 1935 fue propiedad de don Carlos Lavín Aranda.

En 1930 abrió sus puertas el exuberante Hotel Borda, del señor Francisco Rodríguez y su hija María Eugenia, y funcionó hasta 1946; antes, de 1910 a 1914, hubo ahí un restaurante de italianos.

El más internacional fue el admirable Marik Plaza, con su famoso bar Eldorado, del lado norte del Jardín Morelos, hoy Plaza de Armas; ahí se hospedaron María Félix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, el poeta Alfonso Reyes, artistas hollywoodenses como Paul Newman, y la llamada Quinta Columna al servicio de Hitler cuando Cuernavaca era nido de espías nazis y la ciudad estaba en la mira del FBI; ahí mismo había estado el restaurante Zwastika.

En la década de 1930, don Manuel Suárez y Suárez abrió el Casino de la Selva, donde Malcolm Lowry ideó su famosa novela Bajo el volcán, obra cumbre de la literatura inglesa del siglo XX. En 1946 se abrió el popular Papagayo, en la casa del general revolucionario Juan Andreu Almazán, candidato a la presidencia en los años cuarenta.

Al norte estaba el gran Hotel Mandel, el de los grandiosos bailes; su trailer park recibía grandes caravanas de norteamericanos durante el invierno, y lo mismo pasaba en los hoteles Chula Vista y Hernán Cortés —que ya cerrado adquirió para su autoexilio el dictador argentino Juan Domingo Perón, aunque finalmente se avecindó en España.

Todo iba bien, pero en 1952 llegó la autopista a Acapulco; los turistas capitalinos pasaban de largo hasta el puerto, los hoteles empezaron a vaciarse, y de ellos quedó sólo el recuerdo.

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