Historia de la cerámica en Cuernavaca

por Carlos Lavin

A principios de la época colonial, los alfareros indígenas recibieron gran influencia de la cerámica europea, y poco después, de las piezas de porcelana llegadas a través de la Nao de China, que arribaban por Acapulco, a Cuernavaca, a la Ciudad de México y por Veracruz a España.

Con la llegada de exiliados españoles en la década de 1940, la producción local se fusionó con la famosa técnica valenciana. Fue en Cuernavaca donde el empresario don Manuel Suárez, visionario y dueño el Hotel Casino de la Selva, se convirtió en mecenas de esa oleada de republicanos: pintores, muralistas, arquitectos, escultores y ceramistas; unos asturianos y otros valencianos, que hicieron fama en México. Con estos últimos montó dentro de su hotel un taller para elaborar delicada porcelana con materiales importados de España, además de una línea de vajillas. En ese taller-fábrica-escuela dentro del Casino, frente a la escultura de Hernán Cortés —cuyo autor es Florentino Aparicio— se prepararon los primeros artesanos ceramistas de la ciudad, dirigidos por el maestro valenciano Sebastián Aparicio —hermano de Florentino—, cuyos obreros trabajarían después en las empresas de don Jorge Borbolla Villamil.

Don Jorge, a mediados de los años cincuenta, se inició como ceramista comprando un pequeño taller. En 1967 fundó la fábrica Cerámica de Cuernavaca, y en 1970 Porcelana de Cuernavaca. Ambas daban empleo a setecientos trabajadores. La ciudad estaba en su apogeo, con NISSAN, Burlington, Miel Carlota, Rivetex y Zarebski en su mayor producción. Cerámica Santa María, de “estilo talaverano” —traído de Puebla—, producía utensilios de uso diario y azulejos.

Aquel taller-escuela y fábrica de don Manuel, y después las fábricas del señor Borbolla, hicieron escuela. Cerámica y Porcelana de Cuernavaca exportaba a Estados Unidos y Alemania. Sus piezas adquirieron gran fama, y competían con los Capodimonte italianos y los españoles Lladró. También produjo vajillas y accesorios domésticos, piezas decorativas y coleccionables de la más alta calidad, como la línea Decor; la colección Perros campeones, que incluía al Galgo blanco de tamaño natural, se inspiró en los Champion Dogs de la Royal Doulton de Londres de 1815.

Las fábricas de don Jorge estaban en la cumbre de la prosperidad cuando se vieron afectadas con la llegada de productos cerámicos de Asia y por las continuas devaluaciones, a lo que se sumó una huelga de empleados sindicalizados.

En 1992, ambas fábricas cerraron sus puertas cuando su propietario recién había comprado nueva maquinaria alemana para de dar nuevo impulso a sus empresas. Las circunstancias adversas por las que atravesaba el país y las banderas rojinegras lo impidieron.

Los herederos directos de aquellos artesanos morelenses, adiestrados por maestros valencianos en la Escuela del Casino, y después en las fábricas de don Jorge, hoy elaboran piezas con su estilo ya propio en la colonia Tres de Mayo, su último reducto.

¡Hasta la próxima!

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