La vida diaria en la Cuernavaca recién conquistada

por Carlos Lavin
La población tenía cuatro barrios. La célula era la casa familiar; el ithaualli era un conjunto de casas habitadas por miembros de una misma familia y distribuidas alrededor de un patio. Sesenta y dos por ciento de los hombres casados eran propietarios comunales y pagaban tributo; 36 por ciento de los casados rentaban tierras del jefe principal, y 2 por ciento servían de criados para cultivar, regar, moler, tejer, acarrear agua y leña, y hacer comida; también había esclavos capturados en esporádicas guerras llamadas “floridas”, pactadas previamente entre dos tribus para tomar prisioneros o sacrificarlos a los dioses.

Crónicas de principios de la época colonial describen que los tlahuicas son de mediana estatura, robustos, de ojos grandes; pocos son crespos y no bien barbados, porque se arrancan los pelos para que no nazcan. Algunos blancos hay, que se tienen por maravilla. Los señores ricos llevan adornos de oro y piedras finas al natural y talladas; calzan zapatos como alpargatas y paños blancos por bragas. Visten una manta —tilma— cuadrada, blanca, anudada al hombro; los ricos en días de fiesta llevan muchas mantas de colores; los demás van desnudos. Se casan a los veinte años. Se permite tener varias mujeres en su casa, pero el adulterio es castigado, pues se cree que produce desequilibrios entre la comunidad y el cosmos, y que los trasgresores provocan desgracias, como la pérdida de cosechas o la muerte de niños —la embriaguez se castiga hasta con la pena de muerte—. Sus leyendas hablan de la unión de mujeres con jaguares.

Pueden dejar a sus mujeres, mas no sin causa. Compran y venden con trueque. Se dan mucho a la carnalidad públicamente, sin pena ni vergüenza.

Las mujeres van descalzas, llevan camisas de medias mangas, y lo demás anda descubierto. Crían largo el cabello. Las casadas se lo rodean a la cabeza con un nudo en la frente; las vírgenes y por casar lo llevan suelto y echado atrás y adelante. Se pelan y untan todas para no tener pelo, solo en la cabeza y cejas; y tienen esto por hermosura, así como tener frente pequeña y llena de cabello. Se casan de los diez a catorce años, y son lujuriosísimas. Paren pronto y mucho. Presumen de grandes senos, y así dan leche a sus hijos cargándolos por las espaldas. Se adornan el rostro con leche de pepitas o de hueso de mamey, aunque más lo hacen para no ser picadas por los mosquitos. Se curan con hierbas y hechicerías. Se lavan mucho y entran en baños fríos y saliendo en baños calientes. Son trabajadoras de miedo y obedientes. Hilan teniendo el copo de algodón en una mano y el huso en la otra; no tienen rueca, mas hilan de prisa y no mal.

En sus casas no hay puertas ni ventanas que cerrar, todo está abierto, y es por eso que castigan tanto a los adúlteros y ladrones.

Siembran y se abastecen de maíz, frijol y chile que consumen todo el año, es todo un ritual que se da en primavera. Consumen diferentes animales silvestres de tierra, aire y agua, así como sus huevos. Producen algodón y telas, papel amate; con ambos pagan tributos, no tienen medidas de peso ni moneda metálica, teniendo mucho oro y plata.

Así era la vida diaria en Cuernavaca a la llegada de la conquista.

¡Hasta la próxima!

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