La estación del ferrocarril de Cuernavaca

por Carlos Lavin

La primera locomotora de vapor arribó a Cuernavaca el 1 de diciembre de 1897. El día 11 del mismo mes, el presidente Porfirio Díaz llegó en el tren presidencial para la inauguración oficial. Fue recibido con un banquete en el Jardín Borda, y por la noche asistió a un elegante baile en el Teatro Porfirio Díaz —hoy Morelos—; don Porfirio siempre fue bien recibido en esta ciudad. Al otro día inauguró los trabajos de la nueva calzada Leandro Valle, que uniría la entonces lejana estación del tren con el centro de la ciudad mediante un pequeño tranvía de tracción animal para pasajeros y carga, terminando su recorrido en el Mercado Colón, donde ahora es la Plaza de Armas. Para recibir al presidente se empedraron las calles y se alinearon las banquetas.

El entonces Ferrocarril Mexicano se encargó de hacer la primera promoción turística de la ciudad, con la novedosa ventaja de vagones y púlmanes con servicio de hotel, que entonces se dejaban estacionados en la estación del ferrocarril para hospedar a los visitantes, a falta de hoteles de primera. El tren contaba también con restaurante atendido por chefs internacionales, y bares. Posteriormente abrieron sus puertas nuevos hoteles de lujo, como el Moctezuma y el Bella Vista, además de posadas y mesones acondicionados en antiguas casonas.

En 1901 se construyó el hermoso edificio de la estación, con arquitectura típica de la época, similar a otras terminales ferroviarias. Contaba con un hotel de diez habitaciones en la parte alta, y en la planta baja se encontraban la taquilla, las bodegas, una sala de espera y las oficinas administrativas.

Los turistas dejaron de llegar a Cuernavaca durante la Revolución, y el tren sólo sirvió para transportar a las tropas federales y revolucionarias, sin viajes con itinerario fijo. La estación cambió varias veces de manos entre uno y otro bando.

La importancia del ferrocarril como vía de comunicación se mantuvo hasta 1922, cuando se estableció el primer servicio urbano de autobuses entre la Ciudad de México y Cuernavaca. En la década de 1930, con las mejoras de la carretera de la capital a esta ciudad y la proliferación del automóvil, el uso del ferrocarril se fue reduciendo, y en sus últimos años de servicio sólo transportaba carga, y pasajeros entre estación y estación como transporte local. A unos meses de cumplir cien años, en 1997 dejó de funcionar.

El edificio se mantuvo abandonado desde que el tren dejó de llegar a Cuernavaca, y su techumbre quedó destruida por un incendio en 2012. Hoy, gracias a la labor de historiadores y cronistas, la estación se reconstruyó como en sus mejores épocas, y tomó un segundo aire al funcionar como escuela de música, y es así como la ciudad recuperó ese magnífico e histórico edificio.

¡Hasta la próxima!

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