El legendario Tamoanchan, paraíso terrenal

por Carlos Lavin

La mitología describe a Tamoanchan como el paraíso terrenal, un valle idílico rodeado por montañas donde serpentean barrancas, ríos y sus afluentes, donde el agua brota en cristalinos manantiales que alimentan lagunas, un vergel habitado por dioses, donde surge el pulque, la bebida sagrada. Es conocido también como Xochitlicacan, ‘la tierra de las flores’, y ahí vivían Xochiquétzal, la diosa de las mujeres solteras, de la belleza y del amor, y la deidad suprema Quetzalcóatl, que nació en Amatlán. En ese paraíso los dioses cometieron infidelidades y se volvieron humanos.

Ese sitio se sitúa en el actual estado de Morelos; ahí se establecieron los olmecas, cultura madre de todas las civilizaciones mesoamericanas, y finalmente los xochimilcas, con cabecera en Oaxtepec, y los tlahuicas en Cuauhnáhuac, hoy Cuernavaca; ambas tribus fueron sometidas por los tenochcas por su gran producción de fino algodón, telas y sus derivados, papel amate, amaranto y chía, de los que no disponían los habitantes de Tenochtitlan, la capital del imperio, quienes vestían ropajes de burdo yute. Pero los tlahuicas, aun conquistados, siguieron gobernando en sus poblaciones, fueron tratados con respeto, e incluso una princesa tlahuica, hija del señor de Cuauhnáhuac, fue la madre de Moctezuma.

Xochimilcas y tlahuicas eran dos de las siete tribus nahuatlatas, llamadas así porque hablaban el idioma náhuatl; se les conocía como aztecas, por ser originarias de Aztlán o Mexcaltitan, por lo que también se les dice mexicas. Cuando estas tribus mexicas quedaron establecidas en distintos sitios adoptaron gentilicios para diferenciarse unas de otras, y a partir de entonces a los aztecas de Cuauhnáhuac se les conoció como tlahuicas, y cabe mencionar que la población es más antigua que la propia México-Tenochtitlan. Estos dos pueblos mayores y sus menores, establecidos en Tlalnahuatl —hoy Morelos—, fueron conquistados en 1521 por Hernán Cortés mediante una estrategia militar conocida como “machacamiento”, que se llevó a efecto cuando el conquistador y sus ejércitos fueron expulsados de Tenochtitlan en la “noche triste”, para someterlos y que se aliaran con él, para así crecer su ejército y entrar nuevamente a la ciudad de México, más grande y poblada que todas las ciudades europeas de entonces.

En la época colonial este valle fue conocido como el “Paraíso de América”, y el conquistador, convertido ya en mercader al estilo veneciano, instaló aquí las primeras empresas agrícolas y ganaderas, y ya sembraba a escala industrial caña de azúcar, trigo y maíz; había incluso viñedos y frutales para consumo local, y una importante producción de ganado mayor y menor que abastecía a la Ciudad de México.

El primer ingenio azucarero de la América continental se estableció en Axomulco, hoy Rancho Cortés, al norte de Cuernavaca. En 1532, un poco más al sur, Hernán Cortés situó el de Tlaltenango, que en el siglo XVI fue la agroindustria más importante del continente. En 1535 se fundó el ingenio de Amanalco, y en sus alrededores se fue asentando el pueblo de San Luis Amatitlán. Por sus diversos climas y altitudes, en este territorio se desarrollaron prósperas empresas agrícolas y ganaderas.

Así era cuando estalló la guerra independentista. Muy disminuidas y prácticamente derrotadas, las fuerzas insurgentes tomaron respiro en Cuautla, y el generalísimo Morelos rompió el famoso sitio, liberando a su ejército y reavivando la lucha que formaría la nueva nación. Por ello, Cuautla cambió de nombre a Ciudad Morelos. En 1869 se fundó el estado, y la ciudad regresó a su nombre original, Cuautla. Ese triunfo es la gesta más importante de la guerra, y por ello nuestro estado lleva el nombre del prócer Morelos.

Lograda la Independencia, los cañaverales, los plantíos de algodón y sus derivados, el amaranto y el maíz continuaron siendo los productos más cultivados en la región, y a casi quinientos años, la caña de azúcar sigue siendo el producto más importante en Morelos. Nuestro pequeño estado llegó a producir más azúcar que todo el territorio nacional junto, e incluso desplazó a Cuba como el primer productor mundial. A partir de la conquista, en el estado se instalaron más de cien haciendas, la mayoría azucareras, más algunas alcoholeras, cerealeras, ganaderas y metaleras.

Llegó la Revolución, y la región fue asediada por los ejércitos federales. Era la tierra que defendía el sublevado Emiliano Zapata, el idealista de la contrarrevolución, y había consigna de eliminarlo; el estado fue degradado a territorio gobernado por militares, y Cuernavaca fue sitiada y completamente abandonada por dos largos años. Por fortuna, al término de la lucha Morelos continuó siendo el paraíso donde reinaba la productividad. En 1930 el estado retornó al orden constitucional y regresó la paz.

Con la viruela y el sarampión traídos por los conquistadores, la población había disminuido, y algo más por la Guerra de Independencia, pero muy significativamente con la Revolución. Cuernavaca no recuperó el número de habitantes que tenía en 1521 hasta la década de 1950 —casi 450 años después—. La capital morelense aumentó considerablemente su población en 1966, con el establecimiento la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (CIVAC), y un poco más a partir del temblor de 1985.

Hoy, como siempre, Cuernavaca es una ciudad cosmopolita donde establecen residencia ciudadanos extranjeros y personajes universales.

P.D. Hasta la próxima.

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