San Ángel durante los siglos XIX y XX

por José Antonio Sánchez Miravete

No es gratuito que San Ángel siga siendo hasta nuestros días una de las colonias más bellas de la ciudad, y la que mejor ha mantenido sus calles empedradas, algunas de sus casonas, portones y grandes bardas por las que cuelgan coloridas buganvilias. Su relativa lejanía con la Ciudad de México fue el principal motivo por el que la mancha urbana tardó en llegar a San Ángel. Apenas con la construcción de la avenida Revolución y la ampliación de Insurgentes se inició el crecimiento que hoy observamos.
Como platicamos en el artículo anterior, gracias al convento carmelita y a la visión de fray Andrés de San Miguel se inició un próspero comercio con el producto de sus huertas. Gracias a ellas, San Ángel se definió como una zona campestre, y algunas personalidades construyeron ahí sus casas de campo.
Uno de los momentos históricos más tristes que vivió San Ángel ocurrió durante la invasión norteamericana de 1847, cuando en la Plaza de San Jacinto 71 soldados irlandeses pertenecientes al histórico Batallón de San Patricio fueron ejecutados, acusados de traición por el ejército norteamericano. Precisamente, en el número 15 de la misma plaza existe una placa que recuerda el suceso. Bajando de la zona de Padierna, el ejército norteamericano era observado desde la Casa del Mirador, mejor conocida ahora como la Casa del Risco, pero la derrota y la captura de los irlandeses que se habían pasado al bando mexicano fue imposible de detener. Murieron muy cerca de otra famosa residencia, donde el general Santa Anna jugaba y apostaba a los gallos: la Hacienda de Goicochea, hoy conocida como el Restaurante San Ángel Inn. Otro suceso importante en la historia de México que tuvo a San Ángel como escenario fue el asesinato de Álvaro Obregón siendo presidente electo, por segunda vez, acontecido en el restaurante La Bombilla, ubicado donde ahora se encuentra su monumento y donde durante muchos años estuvo la mano amputada de Obregón, tétrica exposición que visitábamos de niños con más morbo que interés por la historia.
Con las Leyes de Reforma, parte del colegio carmelita se vendió a particulares, que lo fraccionaron para dar lugar a colonias como Chimalistac y la traza actual que conocemos en San Ángel. Por fortuna, se conservó la fisonomía del poblado que fue. Aún podemos encontrarnos con su mercado, colegio, correo, tiendas, iglesias, casa de cultura y cantina.
En 1866 se construyó una línea de ferrocarril que conectaba la Ciudad de México con Tlalpan, pasando por San Ángel, y con el tiempo fue sustituido por un tren de mulitas y posteriormente por un tranvía eléctrico, que funcionó hasta la década de 1970 sobre lo que hoy es la Avenida Revolución.
En los principios del siglo XX se fraccionan algunas de las haciendas, como la de Guadalupe y Goicochea, de donde nacieron las colonias Guadalupe Inn y San Ángel Inn. El estilo de las construcciones tipo chalet lo impusieron muchos de los extranjeros que llegaron a vivir en estas colonias. Posteriormente, la arquitectura mexicana popular de Manuel Parra devolvió el sabor colonial a la zona.
Del crecimiento industrial de San Ángel hablamos ya en el artículo dedicado a la fábrica de papel de Loreto y Peña Pobre, que generó toda una población de trabajadores fabriles. El propietario, Alberto Lenz, construyó casas y escuelas que aún podemos encontrar en la calle lateral del ahora centro comercial, así como su casa, donde hoy se encuentra un restaurante dentro de la plaza. A principios del siglo XX, la población de obreros de la zona fue muy importante.
En la década de 1950 la urbanización llegó a la zona, a la par de la construcción del Pedregal, la Ciudad Universitaria y las ampliaciones viales que generaron un desarrollo desmedido en el sur de la Ciudad, que hoy padecemos quienes debemos transitar por avenidas que sobrepasaron su capacidad.
Sin embargo, caminar una tarde de sábado por lo que queda de San Ángel nos invita a recorrer un barrio conurbado que aún mantiene casi intacto su pasado: la Plaza de San Jacinto; la Plaza de los Arcángeles; la Casa del Mayorazgo de Fagoaga, en Plaza del Carmen 25 y el Convento del Carmen. En el número 1 de la calle de Juárez está una de las casas más valiosas de la ciudad, construida en 1631. La Biblioteca de las Revoluciones Mexicanas está en una casa del siglo XIX, donde se cuenta se escondió Jesús Arriaga, mejor conocido como Chucho el Roto; en la calle Juárez esquina con Árbol está la portada que originalmente adornó el Hospital Real de los Naturales, en el centro de la ciudad; en Hidalgo 13 se encuentra la casa de los condes de Oploca, conocida también como la Casa Blanca, que llegó a contar con la huerta privada más grande de la zona y en 1847 alojó a las tropas estadunidenses. Mención aparte merece la Casa del Risco, construcción del siglo XVII donde una fuente de estilo rococó, ornamentada con piezas de porcelana china, concha nácar y abulón, embellece su patio; a mediados del siglo XX fue propiedad de Isidro Fabela Alfaro, quien la donó al pueblo de México.
Falta espacio para ahondar en la historia viva de San Ángel. En una siguiente entrega nos enfocaremos en la historia de la Hacienda de Goicoechea, hoy el restaurante San Ángel Inn.

 

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