Carlos Obregón Santacilia, el arquitecto de la Revolución

por José Antonio Sánchez Miravete
En el artículo anterior reseñé algunas edificaciones notables construidas en el siglo XX, y mencioné al Arq. Obregón Santacilia y a los Laboratorios Squibb en Av. Revolución y Las Flores.

El trabajo de Obregón es fundamental para entender el desarrollo de la arquitectura moderna mexicana. Al finalizar la Revolución Mexicana, el presidente Álvaro Obregón confió a José Vasconcelos, entonces secretario de Educación, forjar una nueva identidad para la nación. El maestro convocó artistas, literatos e intelectuales para la magna tarea. Con la educación como eje generador, la pintura mural cubrió los edificios públicos. Con respecto a la arquitectura, entre 1913 y 1914, Federico Mariscal dio varias conferencias con el tema “la Patria y la arquitectura”, en donde pugnó por una expresión arquitectónica nacional que revelara la vida y las costumbres en el país, un estilo que hiciera olvidar los años de afrancesamiento porfirista y diera sentido al momento histórico, con un país devastado por un largo y sangriento conflicto armado. El credo de Vasconcelos fue cambiando el país, y fundar una biblioteca en el pueblo más alejado era tan importante como alzar una iglesia.

El resultado fue una curiosa mezcla de la estética de la naciente Unión Soviética con el ideal apostólico de Vasco de Quiroga y elementos que entonces empezaban a emplearse en las construcciones, como el concreto, dando protagonismo a los acabados pétreos utilizados en épocas anteriores.

El primer trabajo encargado al joven arquitecto Carlos Obregón Santacilia fue el pabellón de México en Río de Janeiro, Brasil, para celebrar el primer centenario de su independencia en 1922. Mostró en el extranjero la arquitectura tradicional mexicana, a caballo entre lo colonial y lo autóctono. Este estilo lo revisitó con otras dimensiones en su primera obra importante, la Escuela Benito Juárez en la colonia Roma. Encontramos en ella un renacimiento de la tradición hispano-católica. Con murales de Roberto Montenegro, el proyecto semeja una obra religiosa, con dos patios y con la biblioteca fungiendo como capilla. De cimientos a techos, el edificio es de concreto revestido de piedra natural y teja de barro. Aun podemos admirar esta importante construcción, que durante muchos años se consideró una escuela modelo.

Posteriormente proyectó la ampliación de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en cuyo salón fumador descubrimos la que podría ser la primera obra art déco en México, y diseñó también el mobiliario. No fue tarea sencilla, porque debía intervenir una obra del arquitecto Nicolas Mariscal Piña. En 1925 trazó los planos de una obra en la calle de Madero 32, el edificio Santacilia, con fachada art déco y amplias superficies acristaladas. Quedan testimonios fotográficos de la obra, y en este edificio estuvo el famoso Salón Bach, tristemente recordado como escenario del asesinato del compositor Guty Cárdenas en 1932.

El Banco de México, ubicado en un edificio porfiriano, fue la siguiente obra importante del arquitecto Obregón. Su ampliación y adecuación en estilo art déco exhibe su maestría en el manejo de espacios, materiales e iluminación, y es sin duda uno de los recintos más suntuosos del país. Ninguna otra obra art déco en México mostró la calidad de materiales, soluciones y refinamiento general del Banco de México. Obregón Santacilia resolvió de manera brillante la construcción de edificios gubernamentales del México posrevolucionario, contribuyendo de manera decisiva a su institucionalización.

En los años 1937 a 1943 proyectó la Secretaría de Salubridad, con una ubicación privilegiada, en la entrada del Bosque de Chapultepec. Aprovechando la extensión del terreno, proyectó edificios conectados por puentes metálicos, gran audacia en el diseño vanguardista. Como elementos decorativos resaltan los relieves y las esculturas de Manuel Centurión y Hans Pillig, y ornamentos metálicos de William Spratling (que merecen un artículo completo), además de los vitrales y murales de Diego Rivera. Los vitrales en la escalera muestran los cuatro elementos aristotélicos: fuego, aire, agua y tierra, y en ellos Rivera muestra una faceta poco conocida de su arte. Los murales de la Sala Bancaria, con temas de salud y relativos a la naturaleza, dan al espacio una personalidad única y son ejemplos logrados de la inclusión del arte en una obra pública. La luz, el aire y el mobiliario hacen del edificio una obra cumbre de la arquitectura mexicana.

Posteriormente, Obregón Santacilia trabajó en el diseño y la construcción de los hoteles Reforma y Del Prado, ambos a través de Alberto J. Pani, el poderoso secretario de Hacienda. El fallido intento de nombrar responsable de obra a su sobrino, el arquitecto Mario Pani, generó problemas con la dirección de la obra, y al final retiraron a Obregón del proyecto del Hotel Reforma, aunque se quedó con el Del Prado, donde volvió a convocar a Diego Rivera para pintar el emblemático mural Un domingo en la Alameda, que inicialmente estaría en el comedor y acabó en el vestíbulo del hotel. Cuando se impusieron modificaciones al proyecto original, Obregón Santacilia no estuvo de acuerdo. Y justo esos cambios hicieron fallar la estructura muchos años después, en el sismo de 1985.

Dejo para el final su obra más importante en el contexto ideológico de la Revolución Mexicana. Aprovechando la estructura metálica abandonada por mas de veinte años para lo que habría sido el Palacio Legislativo proyectado por encargo de Porfirio Díaz, a punto de ser desmantelada y vendida como material, el arquitecto convenció a Alberto J. Pani de aprovecharla para construir un monumento grandioso en honor a la Revolución Mexicana, e invitó a Oliverio Martinez para crear las esculturas de las cuatro esquinas. Obregón volcó su entusiasmo en una obra que pronto se convirtió en un símbolo de la Ciudad de México.

Carlos Obregón Santacilia falleció en la Ciudad de México el 24 de septiembre de 1961. Fue un autor excelso, tanto en la crítica de la arquitectura contemporánea como en la historia de la arquitectura mexicana. Dejó una huella imborrable como fundador de un estilo constructivo que a través de las vanguardias mundiales dio personalidad propia a la urbe.

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Bibliografía:
Carlos Obregón Santacilia. Pionero de la arquitectura mexicana. Víctor Jiménez. Consejo para la Cultura y las Artes. Primera Edición. México, 2001.

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