San Ángel, del Virreinato a la independencia

por José Antonio Sánchez Miravete

Hemos hablado antes en este espacio sobre el asentamiento prehispánico en la zona donde hoy se encuentran Coyoacán y San Ángel, conocido en aquel tiempo como Tenatitla. Ahora comentaremos su desarrollo durante la Colonia. Si bien el cambio fue lento desde el punto de vista urbanístico, la importancia geográfica, religiosa e industrial de San Ángel creció de manera muy interesante.

Dos sucesos son fundamentales para entender el proceso. El primero es la presencia de los dominicos en Coyoacán; ellos construyeron el templo de San Juan Bautista y la capilla auxiliar de San Jacinto en Tenatitla, que dio su primer nombre al lugar: San Jacinto Tenatitla.

El segundo factor fue la llegada de la orden carmelita, que en el siglo XVII construyó el Colegio y Convento Carmelita de San Ángel. Fray Andrés de San Miguel (1577 Medina, España – 1644 Salvatierra, Guanajuato) fue el arquitecto del edificio. Víctima de un naufragio, pidió a la Virgen del Monte Carmelo que lo ayudara, prometiendo construir un convento. En 1615, con la advocación de San Ángelo Mártir, se concluyó el convento carmelita. El proyecto de fray Andrés, en el que aprovechó los cuerpos de agua que cruzaban la propiedad, convirtió la huerta del convento en el eje de un comercio que poco a poco fue desplazando en importancia a los dominicos, lo que dio lugar a varias pugnas entre las órdenes. Gracias a la productividad de la tierra, los frailes obtuvieron la concesión de otra zona donde sembraron olivares destinados a la producción de aceite, tanto para el uso de la orden como para su comercialización. Todavía hoy ubicamos ese sitio, conocido como El Olivar de los Padres.

El crecimiento industrial de San Ángel, que acabó tomando el nombre de la advocación carmelita, fue creciendo debido al potencial energético de los ríos, en forma de obrajes, molinos y batanes (así se llamaban los lugares donde se encontraba la maquinaria hidráulica, provista de gruesos mazos de madera movidos por un eje, que servían para desengrasar y enfurtir paños y tejidos). Con el tiempo, las fábricas de tela se convirtieron en manufacturas de papel, como Loreto, de la cual ya platicamos en otro artículo. Este progreso favoreció el establecimiento de grandes propiedades en esta zona, que además era un cruce importante de caminos hacia los cuatro puntos cardinales. La antigua traza prehispánica, delimitada por las actuales calles de Francisco Sosa, Arenal y Avenida de la Paz, marcaba el camino de acceso hacia Coyoacán, Xochimilco y otros pueblos ribereños. Hacia el norte colindaba con Mixcoac, Tacubaya y Chapultepec, en el camino a la Ciudad de México. Con la zona boscosa de San Jerónimo y Contreras se estableció el intercambio de frutas, carbón y leña. Asimismo se propició la comunicación entre conventos hermanos: el de San Ángel con el del Desierto de los Leones.

Varias propiedades de la zona sirvieron como lugar de descanso para personajes distinguidos, entre ellos los virreyes Juan de Palafox y Mendoza, y Francisco de Güemes y Horcasitas, conde de Revillagigedo. Para el siglo XVIII, personajes como Anastasio Bustamante y Antonio López de Santa Anna descansaron en la Hacienda Goycochea, que hoy es el Restaurante San Ángel Inn. También se hospedó en esa finca el poeta y dramaturgo español José Zorrilla, autor de Don Juan Tenorio.

Durante toda esta época, San Ángel mantuvo su vocación campirana, y apenas en el siglo XIX se transformó en un centro urbano. Pero de esos años, cuando la modernidad invadió el barrio, platicaremos en una entrega próxima.

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