Ciudad Universitaria

“La arquitectura es el testigo insobornable de la historia”, Octavio Paz.

La historia arranca en 1881, cuando Justo Sierra presentó su proyecto para la creación de una institución que diera continuidad a la Real y Pontificia Universidad de México. Prosigue en 1929, cuando Emilio Portes Gil concedió la autonomía a la Universidad Nacional y ésta ocupó diferentes recintos del Centro Histórico, y culmina hacia el final de la presidencia de Manuel Ávila Camacho en 1946, cuando nació la idea de construir una nueva sede para la Universidad en la zona del Pedregal de San Ángel. Así fue como se le dotó de una infraestructura majestuosa, que hoy es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La Ciudad Universitaria (1949-1952) es quizá la obra más representativa de la arquitectura mexicana del siglo XX. Su diseño se sustenta en los principios básicos del funcionalismo: plantas bajas libres, sistema estructural con base en columnas, ventanas horizontales corridas y acabados aparentes. En la construcción trabajaron arquitectos de renombre, siguiendo el plan maestro de Mario Pani, Enrique del Moral y Carlos Lazo. La Ciudad Universitaria fue el laboratorio que cristalizó la fuerza del llamado “milagro mexicano” y consolidó el concepto de integración de las artes. Desde su inicio, la arquitectura moderna en México reivindicó el interés por la cultura y las artes populares, y se dio importancia a las capas históricas ocultas bajo la tierra. La noción del encuentro entre razas, entre autores y materiales, paisaje y artificio, arte y función, historia y futuro se resumió en la Ciudad Universitaria.

El filósofo español José Ortega y Gasset dijo que la arquitectura hace patente como ninguna otra obra o gesticulación lo que pasa en un país. Durante la presidencia de Miguel Alemán Valdés, primer presidente civil del México moderno, la dinámica constructora se aceleró. El 31 de diciembre de 1946 se aprobó la Ley sobre la Fundación y Construcción de Ciudad Universitaria. En 1948 se iniciaron las obras de infraestructura, como puentes y vialidades. En 1950 se colocó la primera piedra de la Torre de Ciencias; la obra resultó un reto de ingeniería y construcción. La Fundación ICA, la Fundación UNAM y la Fundación Miguel Alemán publicaron en 2018 el libro C.U. en construcción, ilustrado con el maravilloso acervo de la Compañía Mexicana Aerofoto, donde se presenta la cronología de este magno evento constructivo, narrado y documentado fotográficamente, desde 1950 hasta 1970.

La idea de poblar la zona del Pedregal de San Ángel apareció por primera vez en un artículo de 1949 firmado por Diego Rivera y publicado en el periódico Novedades, titulado “Requisitos para la organización del Pedregal”, pensando en la construcción de una nueva forma de ciudad, y desde sus inicios participaron también en el concepto Luis Barragán y Mathias Goeritz.

Aunque la obra la inauguró Miguel Alemán en 1952, las actividades escolares en la nueva sede no se iniciaron hasta 1954. El 3 de mayo de 1952, en la fiesta de la Santa Cruz, festejaron en la obra más de diez mil personas entre albañiles, soldadores, electricistas, peones, ingenieros y arquitectos.

Después de la Torre de Ciencias, la obra prosiguió hacia el norte, con los edificios de Humanidades y Rectoría, y hacia el sur con las escuelas de Ingeniería, Química y Arquitectura, y por último en la zona oriente con Medicina, Veterinaria, Odontología y Biología. En paralelo se inició la construcción del Estadio Olímpico Universitario, aprovechando una depresión natural del terreno. En 1952, el estadio fue sede de la inauguración de los V Juegos Nacionales Estudiantiles, y posteriormente de los Juegos Olímpicos de 1968.

Varios artistas plasmaron su genio en diferentes murales de la Ciudad Universitaria: en la Biblioteca Central, Juan O’Gorman realizó una obra emblemática, en la que con más de 150 tipos de piedras naturales interpretó la identidad mexicana y los valores universitarios. En el Auditorio Alfonso Caso, Jorge Chávez Morado elaboró cuatro murales sobre la educación y el trabajo. Diego Rivera trabajó en los murales sobre “la universidad, la familia y el deporte” y la llama olímpica en el Estadio Universitario. El trabajo de Francisco Eppens versa sobre la superación del hombre por medio de la cultura, y David Alfaro Siqueiros dejó su huella en los tres murales de Rectoría.

En la lista de arquitectos que trabajaron en el diseño de los edificios aparecen nombres que dieron fama a la arquitectura mexicana durante la segunda mitad del siglo XX: Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo, Gustavo Saavedra, José María Luján, Raúl Cacho, Félix Sánchez Bayón, Augusto H. Álvarez, Vladimir Kaspé, Ramón Marcos, Alfonso Mariscal, Enrique de la Mora, Ernesto Landa, Carlos Reygadas, Félix Tena y muchos más, junto con ingenieros y diseñadores estructurales de la talla de Félix Candela y Nabor Carrillo, y otros más que trabajaron para Ingenieros Civiles Asociados (ICA), empresa que levantó gran parte de la obra.

La Universidad Nacional Autónoma de México no ha dejado de crecer desde entonces, creando espacios educativos y culturales que dan renombre a nuestro país y continúan el sueño de José Vasconcelos, al construir instituciones que den valía al lema universitario, “Por mi raza hablará el Espíritu”.

Te recomendamos:

Dejar un comentario