Santa María Tonantzintla

por José Antonio Sánchez Miravete

En Puebla, en la región cholulteca se encuentra el prodigio de la iglesia de Santa María Tonantzintla, ubicada en un pequeño poblado cercano a la capital del estado. Tonantzintla significa “lugar junto a nuestra señora madre”. En la cultura mexica, Tonantzin era una diosa identificada con la tierra, cuyo nombre significa “nuestra madre”. A la llegada de los españoles, al sitio se añadió el nombre de Santa María en honor a la Virgen María; por ello, la advocación patrona es la Purísima Concepción de María.

La iglesia es una joya arquitectónica que hace honor a la expresión latina horror vacui, miedo al vacío, como definición del barroco, estilo arquitectónico que nació en Europa durante el siglo XVII. La iglesia, concebida como una magna obra popular, al cuidado de la comunidad, se construyó en varias etapas, con iconografía católica cristiana mezclada con dioses y tradiciones mexicas. Considerada por Manuel Toussaint como “barroco exuberante”, es un ejemplo fundamental del estilo que pronto identificó a las edificaciones poblanas. Se construyó después de la Capilla del Rosario, seguramente diseñada por la misma persona; desarrollaré esta idea en una próxima entrega.

El sincretismo religioso que aun hoy nos muestra Tonantzintla ha llevado a encontrar en sus estucos la mano indígena, en el estilo que Francisco de la Maza llama “impresionista asociacionista”, creado a partir de bordar ideas y conocimientos según impresiones y asociaciones mentales. El mismo autor nos comenta cómo el paraíso mariano de los evangelizadores puede verse como el paraíso de Tláloc, el Tlalocan, coexistiendo en él figuras católicas y mexicas: Oxomoco y Cipactonal como Adán y Eva, los primeros de la creación en la tradición mexica, sólo por mencionar una de tantas coincidencias que podrían observarse.

La construcción de Santa María Tonantzintla se inició en 1653. Siguiendo la tradición de los años mil quinientos, la barda perimetral de la iglesia se halla rematada por almenas. La explanada del atrio ha sido panteón en diferentes épocas; algunas tumbas aún conservan su placa de teocali, el alabastro poblano del que hemos hablado en otro artículo.

Al traspasar el umbral de la puerta principal empieza el espectáculo máximo en un universo saturado de caritas, cabecitas y cuerpos infantiles; ángeles y querubines con diademas de plumas; petos plumíferos con aplicaciones de flores y frutos; vides trepando por columnas en una desbordada decoración plena de simbolismos y evocaciones. Es extraordinario el juego poético de la inocencia.

Se ha dicho que el retablo, como forma, es al mismo tiempo un repertorio de devociones y un escaparate artístico, y los retablos del templo confirman esta idea. Los dos primeros, neoclásicos, lucen motivos griegos como el ave fénix, Ganímedes y la Esfinge; los siguientes, churriguerescos, son obras de artesanía criolla. El primero es jesuita y está dedicado a san Juan Nepomuceno, cuya imagen dentro de un fanal central. El otro, franciscano, con columnas estípites, exalta la devoción a san Antonio de Padua; su imagen al centro, con el Niño Jesús sentado en su brazo izquierdo y a sus costados san Francisco de Asís y san Diego de Alcalá. Al fondo, en los brazos del crucero, se hallan retablos cuyo tema es la pasión, uno colonial y otro más reciente. El retablo mayor, de estilo salomónico, está dedicado a la Virgen María, y en sus nichos hay figuras de santos relacionados con ella. En la cúpula interior se hallan los bustos de los evangelistas: san Lucas, san Juan, san Marcos y san Mateo, además de los doctores de la Iglesia: san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín y san Gregorio, rematados con un estuco de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo descendiendo sobre Tonantzin. En los capiteles vemos aparecer Xochipillis, niños-flor, junto a palmas del desierto, cedro del Líbano, puertas del cielo, pozo de la abundancia, fuente de aguas vivas y espejo sin mancha, simbolizando la pureza de María.

Se llama Tequitqui al arte barroco hecho con mano de obra indígena, y si queremos admirarlo, Santa María Tonantzintla es una visita obligada en Puebla. Es un catálogo de iconografía que conjuga la idea religiosa europea con el mundo indígena, haciendo coincidir ambos en armonía. Sin duda, es una obra cumbre del mestizaje.

 

Bibliografía

  • Tonantzintla. Pedro Rojas. UNAM. México, 1978.
  • Renacimiento en México. Guillermo Tovar de Teresa. SAHOP, México, 1982.
  • Arte colonial en México. Manuel Toussaint. UNAM, 1990.

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