La migración italiana del siglo XIX en Puebla

por Verónica Aguirre

Chipilo, ubicado a doce kilómetros de la ciudad de Puebla, era un lugar peligroso antes de la llegada de los italianos en la segunda mitad del siglo XIX. Ahí sólo existía la antigua hacienda, que daba el nombre al lugar, abandonada. El gobierno de Manuel Gonzalez había comprado 1060 hectáreas, terrenos que abarcaban también la hacienda Tenamaxtla. La idea era colonizar, invitando habitantes de distintos países. El operador era el oficial mayor del Ministerio, Manuel Fernández Leal. Franceses procedentes de Borgoña habían poblado el norte del Veracruz, en San Rafael, cerca de Teziutlán.

En 1880, el río Pave arrasó con gran parte de la región del Véneto. México ofreció una oportunidad a la comunidad que había perdido todas sus posesiones, a cambio de poblar y trabajar la tierra en un plazo de diez años. En 1882, treinta y ocho familias salieron de Segusino, un pequeño municipio de la provincia de Treviso, al pie de los Alpes, rumbo a Puebla. El asentamiento de extranjeros en México no era inusual, y como ejemplo están los menonitas en Chihuahua y Durango. Otras comunidades italianas se ubicaron en Huatusco, Veracruz, y en Mazatepec y Tételes, en la Sierra Norte de Puebla. Arribaron a Cholula por tren desde Veracruz, tras una larga travesía trasatlántica, el 2 de octubre de 1882.

Empezaron a construir su comunidad. El gobierno proporcionó animales. Las casas se pintaron de blanco, con ventanas y puertas verdes. Comenzó a construirse la parroquia, con la advocación de la Inmaculada Concepción, con el estilo arquitectónico típico del norte de Italia, sin plaza ni kiosco. La mejor vista del pueblo se disfruta desde una montaña cercana, a la que bautizan como Cerro de Grappa. El pueblo se denomina Colonia Fernández Leal, en memoria del ingeniero veracruzano. En 1902 su nombre cambió a Villa Javier Mina, pero luego de más de cien años se le conoce simplemente como Chipilo, perteneciente al pueblo de San Gregorio Atzompa, en el distrito de Cholula. En 1917, cien chipileños enfrentaron a más de dos mil integrantes del ejército de Emiliano Zapata. Victoriano Huerta puso al mando de la defensa a Giacomo Berra, haciéndolo general. El mismo Mussolini lleva por nombre Benito por la admiración de su padre hacia Benito Juárez. Durante su gobierno, el duce donó una escuela a la comunidad italiana de Chipilo.

Chipilo no pierde su esencia italiana: se juega a la bocha, la típica competencia de bolos parecida a la petanca, con fuerte influencia de pasatiempos que datan del imperio romano. Es el pueblo de las cremas, mantequillas, quesos, embutidos y el pastel tiramisú. Ahí se habla el chipileño, variedad del idioma véneto, herencia de sus antepasados. Ahora busca el reconocimiento, porque se compone música y escribe poemas y relatos en la lengua véneta. El himno de Chipilo fue escrito en italiano por Humberto Orlansino.

Aparte de sus productos lácteos, aquí nació la franquicia Italian Coffee Company, la heladería italiana Topolino y una cadena de muebles fabricados en Chipilo llamada Segusino.

Este rincón de Italia en Puebla nos invita a reflexionar sobre los habitantes de distintas partes del mundo que han ido poblando nuestro estado: libaneses, españoles, franceses y muchos otros.

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