La capilla de la Virgen del Rosario

En el siglo XVII, la influencia de la orden dominica en la ciudad de Puebla de los Ángeles cobró gran importancia. La aristocracia local recurría a los padres dominicos para la celebración de eventos religiosos importantes, para los que arreglaron una capilla de la Iglesia de Santo Domingo, entonces de aspecto austero si la comparamos con otros templos de la ciudad o con la misma catedral. Con la riqueza de varios ciudadanos se proyectó la construcción de la capilla más rica de México, y tal vez del mundo.

La capilla se dedicó a la de la Virgen del Rosario. Según la historia dominica, la Virgen María se apareció en 1206 a Santo Domingo de Guzmán y le ayudó a formar la orden, por lo que en cada una de sus iglesias existe un altar a la virgen, que se llamó la Virgen del Rosario.

La obra, concebida por fray Juan de la Cuenca, se inició en 1650 y terminó en 1690. La planta tiene forma de cruz latina, con brazos y testero cortos y bóveda de cañón —se llama testero a la pared opuesta a la entrada principal—. La capilla luce un estilo barroco novohispano exuberante, y en su iconografía mostraba el camino para llegar a Dios a través de la vida de la Virgen. Cada rincón de su majestuoso interior está decorado con estuco sobredorado, preparado con una base de harina con clara de huevo y agua, y recubierto de oro de 24 kilates. En el ábside se encuentra una gran obra dedicada a la Glorificación y Triunfo del Rosario. Los muros laterales lucen pinturas de José Rodriguez Carnero (1649-1725) en donde se muestran los “Gozos de la Virgen”. El altar sirve de trono a la Virgen, quien lleva en sus manos un rosario de perlas. En la parte trasera hay doce columnas de mármol con imágenes de la Virgen y una más, barroca, con el arcángel Gabriel.

En el techo, sobre el altar se muestra la Gracia como una doncella que carga una corona de oro. Recibir la Gracia en el contexto católico es el fin supremo de cualquier creyente, el contacto gozoso y supremo con el Espíritu Santo. A esta teatralidad, calculada para conmover el corazón del espectador, fray Diego de Gorozpe nombró en un impreso de 1690 la octava maravilla del mundo.

Visitar la Capilla de la Virgen del Rosario es asomarnos, a través de una de sus mejores ventanas, al barroco novohispano, entendiendo a la perfección su definición de horror al vacío. Es un universo donde imágenes vegetales, animales, angelicales y divinas nos enseñan el verdadero sentimiento religioso de la época virreinal, y nos muestran cómo los juegos de luz llenan de brillo la fe de innumerables visitantes, quienes se introducen con fervor en el inefable mundo celestial.

Su grandiosidad nos permite vislumbrar lo que llegó a ser para el mundo católico la ciudad de Puebla de los Ángeles. Está ubicada en el número 407 de la avenida peatonal 5 de Mayo.

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