Dióxido de cloro

por Redacción Distrito

El ClO2 es un compuesto gaseoso cuya molécula se compone por un átomo de cloro y dos de oxígeno, y cuenta con un gran poder oxidante. Es de color amarillo o amarillo rojizo; se descompone rápidamente en el aire, y al contacto con el agua muestra una gran reactividad formando clorito, el cual continúa siendo reactivo. Dicha reactividad le confiere un elevado poder oxidativo sobre microrganismos como bacterias, virus, hongos y algas que puedan encontrarse en el agua o las superficies, por lo que este compuesto se utiliza ampliamente como desinfectante, potabilizador, en la limpieza de productos electrónicos y como blanqueador de papel y textiles.

Si hay una fuente de ignición, el ClO2 es potencialmente explosivo al contacto con el aire a una concentración de 10%. Es 2.4 veces más denso que el aire y tiene un poder de oxidación 2.5 veces mayor que el del cloro. Su capacidad bactericida y su potencial redox se ven poco afectados por el pH a valores entre 6 y 10, al contrario de lo que ocurre al cloro (pH 11 al 5%). Por todo ello, resulta un compuesto efectivo si se utiliza como desinfectante; sin embargo, recientemente se le ha empleado en el tratamiento de diversas enfermedades neurológicas, infecciosas y metabólicas, sin sustento científico alguno.

Cuando una persona ingiere ClO2, éste reacciona con elementos del cuerpo como el hierro y el manganeso a mayor velocidad que el cloro, lo que explica en parte sus efectos tóxicos, generando lo que se conoce como “lesión oxidativa”, la cual consiste en un daño a las células, desde la membrana hasta el ADN del núcleo, causando la muerte celular en los sitios donde haya contacto. Cuando son muchos los grupos celulares afectados, el daño se convierte en erosión del epitelio, y entonces, luego de ingerirlo, se presenta vómito, náusea, dolor abdominal, diarrea e incluso hemorragia del tubo digestivo. Por otro lado, la fracción del compuesto que logró absorberse, una vez que entra en contacto con la sangre, la incapacita para llevar a cabo la función de transporte y entrega de oxígeno a los tejidos, además de que destruye los glóbulos rojos. Otros efectos incluyen lesión renal, alteración en la producción de hormonas tiroideas, lesión miocárdica (que puede derivar en arritmias letales) y efectos neurológicos como crisis convulsivas. En los casos en que el ClO2 se ha nebulizado, ha causado irritación de las vías respiratorias, broncoespasmo, neumonitis química y angioedema.

Finalmente, no se ha demostrado que su uso en el covid-19 tenga algún beneficio si se aplica en la garganta o se ingiere. El único uso médico demostrado es la esterilización de equipos médicos y de laboratorio, superficies, habitaciones y herramientas, y es particularmente efectivo contra Legionella pneumophila. La OSHA ha establecido un límite de exposición permisible (PEL) de 0.1 partes por millón o 0.3 mg por metro cúbico para trabajadores con exposición industrial. Así mismo, la FDA lo aprueba como potabilizador, pero no para su consumo directo.

En conclusión: el dióxido de cloro elimina al virus igual que lo haría el ácido muriático, pero eso no significa que podamos ingerir alguno de los dos sin dañar nuestro propio organismo.

Texto: Dr. Jorge Guillermo Pérez Tuñón/Jefe del Centro Toxicológico del Hospital Angeles Lomas.

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