Descifra la magia turca

por Joel

Estambul y Capadocia, en Turquía, quedan grabados en la memoria de quienes los visitan. Para muchos, ambos destinos constituyen la puerta de entrada a un país sorprendente por su historia, su cultura y su gastronomía, según nos cuenta Aurora Yee.

Cruzar el Atlántico nunca había sido tan placentero. Turkish Airlines me llevó a la ciudad de los dos continentes, la impresionante Estambul, la entrada al mundo árabe en Europa, la tierra que vio nacer y perecer a Bizancio y Constantinopla. Y, por supuesto, mi punto de ingreso a Turquía.

Bienvenida a Estambul

Iba navegando por el Bósforo. Este importante estrecho de 30 kilómetros de largo fue la manzana de discordia en la antigüedad y motivo de disputa para griegos, otomanos y rusos, porque es un canal que conecta a Asia con Europa. Su importancia para el dominio de los mares fue motivo de innumerables guerras. Pero hoy ya no hay más conflictos. Su soberanía es totalmente turca. Por él navegan más de 48 mil navíos al año: es el segundo canal de densidad de tráfico en el mundo. Un tour por el Bósforo me dio la sensación de haber pasado realmente por Estambul. Contemplar la majestuosidad de los palacios, las mezquitas, las fortalezas y los puentes que iba dejando atrás en cada milla náutica me dejó bellas postales.

Al desembarcar me asaltó la urgencia de recorrer y probar todo. Conocer Estambul es una tarea difícil cuando a cada cuadra hay algo para asombrarse: un aroma, un detalle o el murmullo de una ciudad en donde convergen muchas culturas. Esa mezcla se ve reflejada en la arquitectura de diversos orígenes: la grecorromana, la bizantina y la otomana.

El complejo de Galataport es perfecto para recorrer a paso lento, por su propuesta moderna y cosmopolita, con boutiques, restaurantes internacionales y obras de artistas turcos resguardadas en el Istanbul Museum of Modern Art. Tuve la fortuna de explorar este puerto de cruceros, que se extiende poco más de un kilómetro a orillas del Bósforo, porque me hospedé en The Peninsula Istanbul, hotel con el estilo de un palacio, donde todo está pensado para la satisfacción del huésped. En su spa hay un hammam o baño turco al estilo tradicional, y ofrecen masajes con técnicas profesionales. La sesión, de casi una hora, es un regalo para el cuerpo.

Otro elemento que hace destacar a Estambul es su exquisita gastronomía. Disfruté por igual su comida callejera y sus restaurantes. En todo el mundo se reconoce el café turco, cuya elaboración se halla en el catálogo del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO; en el Gran Bazar, mercado con más de cuatro mil tiendas, pueden adquirirse sets para elaborarlo. Y si de comercio se trata, no hay mejor referente en la ciudad. No menos impresionante, el Bazar de las Especias es el lugar perfecto para quienes buscan los ingredientes que dan personalidad a la gastronomía de Turquía. Además, es el sitio ideal para comprar souvenirs y probar los dulces icónicos del país. Aquí convergían la histórica Ruta de la Seda y la ruta marítima de las especias.

Rendirse a la espiritualidad

Cinco veces al día resuena el adhan en cada rincón de Estambul. Se trata del llamado a la oración en el islam que, más que un rezo obligatorio (salat) en el mundo musulmán, es signo de auténtica devoción a Alá. El eco del llamado emerge de cada una de las más de tres mil mezquitas que hay en la ciudad. El sonido es estremecedor para todos, sean creyentes o no. Estos centros de culto islámicos, de arquitectura impresionante (algunos están abiertas al público, como la Mezquita Azul, Santa Sofía u Ortaköy) son de suma importancia en un país con 95% de población musulmana, y son focos de interés para los visitantes.

En el Palacio de Topkapi, el rezo ininterrumpido del Corán venera cada uno de los elementos sagrados que conforma la Sala de las Reliquias, entre ellos el bastón de Moisés, la espada de David, y la barba y el arco de Mahoma. Para ello, un imam, el encargado de guiar la oración, reproduce los cánticos que se han recitado desde hace cinco siglos. Se ubica en el tercer patio del que fue hogar de una dinastía de sultanes, hasta que Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la República de Turquía, lo abrió al público como museo en 1924.

En un cuento de hadas

Un vuelo directo de Estambul a Kayseri me acercó a mi siguiente destino: Capadocia. Me sentía impaciente por conocer esta histórica región del centro de Anatolia, una de las siete regiones en las que se divide el país. Aquí, algunos habitantes acostumbran a dormir en cuevas, y también es la forma tradicional como nos hospedamos los visitantes. Me alojé en Yunak Evleri, que consta de seis casas-cueva de los siglos V y VI, donde se distribuyen 39 cuevas privadas. Este fue el punto de partida para recorrer una región mágica, con pueblos encantadores y zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Tres días de entretenidos recorridos bastaron para elegir entre mis favoritos al Museo al aire libre de Göreme, un complejo monástico milenario que se ubica entre acantilados y roca volcánica. Dentro de cuevas excavadas desde el siglo IX, la mayoría de sus iglesias resguardan frescos muy bien conservados, y tienen vistas memorables. Si bien las condiciones geográficas dictan el estilo de las construcciones, para entender la historia de la región hay que mirar la época de la persecución de los cristianos. Capadocia recibió durante ese tiempo a esa comunidad, y es uno de los motivos por los cuales se construyeron ciudades subterráneas entre los siglos I y IV. Aunque se estima que existen cerca de doscientas, únicamente se han explorado diez, y pueden visitarse. Una de ellas, Özkonak, se descubrió en 1972.

Invitación a regresar

Aunque el país entero se reconoce por su buena comida, Capadocia tiene joyas únicas que aportan a esa fama. Una de ellas es el pottery kebab, un platillo nacido de la tradición alfarera del pueblo de Avanos. Se trata de una preparación de carne de cordero, res o pollo, con verduras, hierbas y especias, que se cocina a alta temperatura en una olla de barro que va directo al tandoor. El kebab, el lahmacun e incluso platillos con influencias griegas son parte de esta tradición culinaria.

Antes de decir adiós a Capadocia, es imprescindible volar en globo aerostático. Es una de las actividades más atractivas en el destino, aunque depende de las condiciones del tiempo, por lo que es aconsejable reservar un lugar desde el primer día. De esta forma, si el clima no lo permite, puede recorrerse a otra fecha. Esta vez no pude subir en el globo, pero quizá lo haga en otra ocasión: Capadocia me invita a regresar con la promesa de sobrevolarla para que, ahora sí, despliegue a mis pies su inmensidad, que me dejó fascinada por su magia.

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